Yo Marsias, nacido y criado en Frigia, viví en una humilde casa con mi padre Meandro, y mi hermano Babis. Como pastores que éramos, llevábamos una vida muy sencilla.
Pero, todo eso cambió cuando caminando por la orilla del río, encontré una flauta e instantáneamente me di cuenta de que podía cambiar mi futuro. No quería ser un pastor y en una tierra y en una era de dioses quise ponerme a prueba a mí mismo y, aunque no sabia cómo funcionaba ese instrumento, practiqué día y noche sin descanso.
Tal vez, aquel intento simplemente fuese una pérdida de tiempo, pero ¡qué tenía que perder!
Pero, todo eso cambió cuando caminando por la orilla del río, encontré una flauta e instantáneamente me di cuenta de que podía cambiar mi futuro. No quería ser un pastor y en una tierra y en una era de dioses quise ponerme a prueba a mí mismo y, aunque no sabia cómo funcionaba ese instrumento, practiqué día y noche sin descanso.
Tal vez, aquel intento simplemente fuese una pérdida de tiempo, pero ¡qué tenía que perder!
Un día, cuando caminaba por el mercado, comencé a tocar. Me di cuenta de las miradas que se clavaban en mí: la música que tocaba le gusta a la gente.
Gran fama tenía gracias a mi flauta, porque mi música era armoniosa y todos empezaban a alabar lo que llamaban mi gran don.
Ya no era aquel pastor cuya nombre nadie conocía. Ahora era Marsias, el gran músico. Mi ego crecía como mi fama, a la velocidad del carro del mismísimo Helios Apolo. Aquel a quien yo creía poco rival para mi flauta,
ni su lira alcanzaba mi gran don, o eso pensaba.
Las musas aceptaron ser el jurado de la competición musical y ser totalmente neutrales sobre quién era el mejor músico de los dos. La recompensa del ganador sería poder hacer lo que más desease con su adversario.
Aunque yo toqué una gran melodía, Apolo, sorprendiendo a todo el jurado incluyéndome, acompañó su lira con su armoniosa voz, ganándose al jurado por completo. Pobre de mí y de mi suerte, Apolo me arrancó tira a tira la piel como castigo por mi osadía. De mi sangre nació un río por donde corren animales, seres fantásticos y hermosos.
¡Ay de los vencidos!