LOS MUSEOS DE REPRODUCCIONES ARTÍSTICAS
Y EL AFÁN ENCICLOPEDISTA DEL SIGLO XIX:
ESPLENDOR Y DECADENCIA
Y EL AFÁN ENCICLOPEDISTA DEL SIGLO XIX:
ESPLENDOR Y DECADENCIA
A finales del s. XIX los Museos de Reproducciones Artísticas habían proliferado por la mayoría de las capitales europeas. La peculiaridad de estos museos era su propio fondo, constituido por copias de obras originales expuestas en otros museos y que se habían fabricado ex professo para dar contenido a esos nuevos espacios, impulsados por el afán enciclopédico y didáctico de la época.
Respondían, pues, a la necesidad de su tiempo. Los museos de arte aspiraban a abarcar un panorama completo del arte universal. Además, el neoclasicismo imperante consagraba las obras del arte grecorromano como modelos estéticos que debían ser objeto no sólo de contemplación sino de estudio e imitación y, por tanto, dignos de preservarse a través de la técnica de la réplica.
A ello se unió el interés por las excavaciones arqueológicas, financiadas por las coronas e instituciones de países europeos, que iban sacando a la luz restos de un pasado enterrado por el estrago de siglos de abandono y expolio. Concitaron el interés del público general noticias como el hallazgo de los mármoles del Partenón, de la Venus de Milo o el descubrimiento de ciudades como Pompeya y Herculano.
Y así, a la par, iban surgiendo en los museos los Talleres de Copias que hacían las réplicas de estos hallazgos con la intención de conservar la memoria de las grandes obras artísticas.
Como hemos comentado y en consonancia con su tiempo, estos museos cumplían una finalidad pedagógica. Su visita era a modo de un desplegable de los manuales de arte para el público profano y aportaban a los especialistas, para su estudio, réplicas de calidad cuyos originales, al hallarse muy dispersos, resultaban difícilmente accesibles.
No obstante, a principios del s.XX llegó la decadencia de este tipo de instituciones surgidas en tiempos en que preservar y difundir la memoria histórica y artística era un valor vigente.
Por un lado, a esta labor se vienen a añadir técnicas más modernas como será la fotografía, dura competidora de la copia. Por otro, hay un cambio radical en la valoración estética.
Frente a la copia, se revaloriza el original y la obra que aporta una renovación o ruptura
con respecto a la tradición. Las vanguardias europeas estigmatizan lo clásico y ensalzan la innovación y, frente a los modelos grecolatinos, sus propuestas estéticas virarán hacia el exotismo y rareza del arte oriental o africano.
Todo ello conducirá al progresivo desinterés del público por estos museos y al abandono por parte de los poderes públicos.
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