Hola,
soy Laocoonte, sacerdote de Apolo Timbreo en Troya, quien me dio poder
para predecir las cosas que van a pasar. Estoy casado con Antíopa y tengo dos
hijos aún adolescentes.
Llevamos
casi diez años de guerra contra los griegos. Llegaron con sus naves para
conquistar Troya y reclamar a Helena de Esparta a quien Paris
raptó, pero ahora es nuestra Helena de Troya y defenderemos nuestra tierra y
ciudad hasta la muerte.
Hoy, al despertarnos, hemos visto la
playa desierta: no había rastro de las tiendas ni de las naves de los griegos.
Parece que se han ido. ¡Ojalá quieran los dioses que así sea! Para sorpresa de
todos los troyanos y troyanas, sólo quedaba en pie, sobre la arena, un gran
caballo de madera. Mucho me temo que puede tratarse de un engaño, porque ya
sabemos de las malas artes de los aqueos por desgracia. Así se lo he advertido
a toda la gente que se apiñaba en torno al caballo. Pero, la mayoría quería
arrastrarlo hasta las murallas e introducirlo dentro de la ciudadela, pero yo
intuía que dentro del caballo podrían estar escondidos soldados aqueos. Queriendo
convencer a los míos, lancé una jabalina que impactó sobre el vientre del
caballo e emitió un sonido hueco.
En el instante que esto ocurre, dos enormes
serpientes salen de las aguas. Alcanzan a mis hijos y yo, perplejo,
intento liberarlos de los anillos de las serpientes que nos abrazan
mortalmente.
¡Ay, ay, pobres de nosotros y de todos
los troyanos! Mucho os esforzaréis en meter el gran caballo dentro de la
ciudad. No sabéis bien lo que os espera. El fin de Troya y de los troyanos está próximo. No deberíais haber aceptado nada
de los griegos, ni siquiera sus regalos.
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