Bajo el ardiente sol del desierto de El-Fayum, Horus, se preparaba para profanar otra tumba. Ya en el interior, prendió una antorcha y comenzó a buscar objetos valiosos. Con la bolsa llena de todo aquello que encontró, invadido por la duda y la intriga, se acercó a una momia para observar su rostro.
Comenzó a quitar las vendas y encontró el rostro de una chica joven pintado sobre una tablilla de madera. Hipnotizado por sus ojos, Horus se quedó mirándola fijamente como si su alma siguiera en su cuerpo. Rápidamente Horus recordó que tenia que volver antes del anochecer. Aquella noche fue confusa para el joven. No dejaba de pensar en aquel rostro único y en su mirada, esos ojos negros.
Horus se había enamorado de una momia.
Dominado por la frustración y por una confusión que iba transformándose en obsesión, Horus no pudo evitar el impulso que le llevaba a ir de nuevo a esa tumba. En cuestión de minutos Horus llegó a la tumba en busca de la momia, volvió a quitar los vendajes como había hecho anteriormente y se llevó una gran sorpresa al ver que la tabla de madera pintada ya no estaba. Rebuscó por todas las tumbas, pero no encontró nada. Horus estaba desolado, empezaba a pensar que todo había sido fruto de su imaginación. Regresó temprano a su casa recordando que tenía que ir al mercado para vender lo robado.
Comenzó a colocar todo en su puesto en el mercado, cuando una mano tocó su hombro, Sintió que un escalofrío recorría su cuerpo.
-Disculpa, ¿cuánto vale esta escultura? Me resulta familiar- Horus observó a una muchacha. Anonadado, recordó la mirada de aquel retrato en la tumba, los mismos ojos, los mismos rasgos.
Era imposible que el rostro de esa muchacha fuera igual al de la momia que Horus había encontrado. Tal vez fuera una alucinación y creyó ver lo que realmente no había. O la diosa Astarté-Afrodita había cumplido su deseo más ardiente: que esa imagen se encarnara en una mujer que él pudiera amar. Lo único que sabía Horus es que no iba a perder aquella oportunidad.
Decidió seguir sus pasos para saber dónde vivía, quién era esa muchacha misteriosa, que se parecía tanto a la de aquel retrato. Pasó por muchas calles desconocidas para Horus y muchas callejas donde se veía el lado más tenebrosos de la ciudad, y tras horas de camino, aquella muchacha se dirigió a las tumbas. Horus presentía dónde iba y no dudó en seguirla cuando ella se adentró en la tumba.
- Mamá, sigue contando ¿Qué le pasó a Horus? - preguntó inquieta la pequeña Iris.
- Lo único que se supo es que Horus no volvió a salir de aquella tumba; en realidad, ninguno de los dos. Espero que después de este relato aprendas la lección y no vuelvas a entrar a una tumba, Iris.-
Comenzó a colocar todo en su puesto en el mercado, cuando una mano tocó su hombro, Sintió que un escalofrío recorría su cuerpo.
-Disculpa, ¿cuánto vale esta escultura? Me resulta familiar- Horus observó a una muchacha. Anonadado, recordó la mirada de aquel retrato en la tumba, los mismos ojos, los mismos rasgos.
Era imposible que el rostro de esa muchacha fuera igual al de la momia que Horus había encontrado. Tal vez fuera una alucinación y creyó ver lo que realmente no había. O la diosa Astarté-Afrodita había cumplido su deseo más ardiente: que esa imagen se encarnara en una mujer que él pudiera amar. Lo único que sabía Horus es que no iba a perder aquella oportunidad.
Decidió seguir sus pasos para saber dónde vivía, quién era esa muchacha misteriosa, que se parecía tanto a la de aquel retrato. Pasó por muchas calles desconocidas para Horus y muchas callejas donde se veía el lado más tenebrosos de la ciudad, y tras horas de camino, aquella muchacha se dirigió a las tumbas. Horus presentía dónde iba y no dudó en seguirla cuando ella se adentró en la tumba.
- Mamá, sigue contando ¿Qué le pasó a Horus? - preguntó inquieta la pequeña Iris.
- Lo único que se supo es que Horus no volvió a salir de aquella tumba; en realidad, ninguno de los dos. Espero que después de este relato aprendas la lección y no vuelvas a entrar a una tumba, Iris.-
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