Yo soy aquel que observa, veo cómo algunos me miran detenidamente, cómo otros pasan apenas sin fijarse. Veo cómo algún otro me analiza detalladamente y me entusiasmo aunque toda esa ilusión se desvanece, cuando sé que es para venderme en el mercado negro. Me gusta cuando algún joven curioso me mira maravillado y se fija extasiado en cada rasgo de mi cara, en el color de mis ojos e incluso intenta ir más allá de la profundidad de mi mirada, como si quisiera atrapar mi alma. Porque siempre hay una historia más allá o casi siempre, y yo podría contaros tantas cosas....
Mi historia comienza hace miles de años, va acompañada de tragedia y dolor pero, a la vez, de dedicación, de ilusión y amor por crearme. A lo mejor suena trágico, pero para que yo existiera alguien debía morir, a partir de ahí, de la muerte y el dolor, surgía yo, creado siempre por unas manos grandes y descuidadas llenas de pintura.
Nada más ser creado debía asumir un papel muy importante, aquel de conservar el rostro y alma del fallecido, de mantenerle de algún modo vivo y de que su muerte no causara tanta dolor. Me daba rabia no poder tener nunca forma original, tenía que tener siempre parecido al fallecido. ¡Vaya existencia más morbosa! -dirían algunos.
Yo sentía mucha tristeza casi siempre, al fin y al cabo, ser originado a partir del dolor y la muerte es difícil. A veces tenía que adoptar el rostro de algún niño al que no le habían permitido jugar todo lo que él hubiera querido y la vida le había le había sido arrebatada tan pronto, y yo lo sabía porque su alma entre lamentos y susurros me lo contaba.
Mi nacimiento se produce debajo de un muerto cubierto con una venda, encima de una tablilla de madera envuelta posteriormente en otra venda.
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